sábado, 25 de septiembre de 2010

En memoria de Tamura sensei




LA PARTIDA.


A la muerte de Tamura sensei


1





Nos dejó. No habita en casa el maestro.


Marchó para siempre, quedando sus ropas vacías


y nosotros sin rumbo, desolados.


Adonde fue no podemos seguirle.





Todo acabó.








2





Cesó el cálido impulso de su libre y generosa exigencia:


-Encontrar cada cual para sí una vida digna de ser vivida.





Ya no sentirá sobre sí el tatami el suave roce de sus pasos, tan leves.


No nos alcanzarán ya más su risa ni su intensa, menuda presencia.


Se habrá borrado en el aire su último gesto


de tan preciso, invisible.


Se apagó su mirada.





El águila no está entre nosotros.


Más alto vuela.





3





En este día extraño, rota la voz


sin palabras, no me quedan ya lágrimas.





Y sin embargo, es la vuelta al dojo


como el retorno a casa.





Se asienta el alma en su centro


como el cuerpo se asienta en su sitio,


el viejo kimono una segunda piel.





Ich, ni, san...


chi, go, roku...





Un círculo se cierra.





                                    Comienza todo.



Luis Blanco Laserna

domingo, 30 de mayo de 2010

Pepe Suárez Carreño



CANCIÓN DESESPERADA
ME muero de amor, me muero.
La sombra de mi tristeza,
ni me vence ni la venzo.
Pena mía, de mi carne,
en el corazón la tengo.
Pena que sube a mis labios
como un fruto amargo y seco.
¡Pena del hombre! La pena
que se siente con el cuerpo.
¡Ay! soledad sin tu vida,
mi mujer, sin tu remedio.
Si me vieras cómo estoy
de angustia seca por dentro.
Si vieras la luna helada
que escurre nieve en mi pecho.
Si tú pudieras oír
cómo calla mi tormento
y sentir cómo es de triste
de noche mi pensamiento.
Las dos manos tengo ciegas,
que su luz era tu cuerpo.
Y dentro del corazón
estoy solo con el viento.
La frente tengo vacía
y en mi boca está desierto
el beso de amor, aquel
que deja su sombra dentro.

Pero la pena es la pena,
y este dolor que yo tengo
es pena sola, es peñasco
solitario en su tormento.

(De La tierra amenazada, 1944)

José Suárez Carreño, Guadalupe (Méjico), 1914 - Madrid, 2002

domingo, 16 de mayo de 2010

Catulo


Vivamos, pues, y amemos, Lesbia mía,
los rumores severos de los viejos
en nada todos juntos estimemos.

Pueden soles perecer y retornar
mas a nosotros apenas nuestra breve luz declina,
llega el dormir eterna noche.

Mil besos dame, y luego otros cien,
y además otros mil, y otra vez cien,
y mil más todavía y luego otros cien...

Y después, cuando sumemos muchos miles,
perdamos la cuenta y no sepamos,
que no pueda echarnos mal de ojo algún malvado,
al saber que son tantos nuestros besos.

Carmina, V

Cayo Valerio Catulo

(Verona, 87 a.C. - Roma, 54 a.C.)

domingo, 25 de abril de 2010

III Velada Poética en el CEPI Hispano Marroquí. 23 de abril. Día del Libro



                   EN MI ALMA EN PAZ

                        EN mi alma en paz,
huésped de una lengua extranjera
no hace falta saber todas las palabras
a veces un gesto es bastante: se tiende
una mano, una mirada se ofrece.
Y sucede el milagro, el instante deviene infinito
adquiere sentido la vida, luego vale la pena.

Dos almas se tocan.Y el universo tiembla.

Sólo esto me vale,
arriesgarse a vivir cada instante
de verdad, sin red avanzar
el alma desnuda, cultivando
toda la belleza que esconde
aunque sea duro, y comporta
un gran derroche y fatiga.
No traicionar una sola emoción,
pues que la vida se acaba
y con ella cada instante
nuestra efímera luz
debe desaparecer ardiendo
en lo oscuro.

(Bodas del viento y la palabra, 2000)                                                                                  
Luis Blanco Laserna (Madrid, 1971)

domingo, 18 de abril de 2010

Safo

Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.

sábado, 20 de marzo de 2010

Miguel Delibes



...y al Azarías le resbalaban los lagrimones por las mejillas y él trataba de espantarlas a manotazos y tornaba a su cantinela,
       milana bonita, milana bonita,
y, según hablaba, se iba apartando del grupo, apretujado a la sombra caliente del sauce, los ojos en la veleta, hasta que se quedó, mínimo y solo, en el centro de la amplia corralada, bajo el sol despiadado de julio, su propia sombra como una pelota negra, a los pies, haciendo muecas y aspavientos, hasta que, de pronto, alzó la cabeza, afelpó la voz y voceó,
    ¡quiá!
y, arriba, en la veleta, la grajilla acentuó sus balanceos, oteó la corralada, se rebulló inquieta, y volvió a quedar inmóvil y el Azarías, que la observaba, repitió entonces,
    ¡quiá!
y la grajilla estiró el cuello, mirándole, volvió a recogerlo, tornó a estirarlo y, en ese momento, el Azarías, repitió fervorosamente,
    ¡quiá!
y, de pronto, sucedió lo imprevisto, y como si entre el Azarías y la grajilla se hubiera establecido un fluido, el pájaro se encaramó en la flecha de la veleta y comenzó a graznar alborotadamente,
    ¡quiá, quiá, quiá!
y en la sombra del sauce se hizo un silencio expectante y, de improviso, el pájaro se lanzó hacia adelante, picó, y ante la mirada atónita del grupo, describió tres amplios círculos sobre la corralada, ciñéndose a las tapias y, finalmente, se posó sobre el hombro derecho del Azarías y empezó a picotearle insistentemente el cogote blanco como si le despiojara y Azarías sonreía, sin moverse, volviendo la cabeza ligeramente hacia ella y musitando como una plegaria,         
    milana bonita, milana bonita.

Los santos inocentes (1981)

Miguel Delibes (Valladolid, 1920 – 2010)

sábado, 27 de febrero de 2010

Luis Cernuda



NO DECÍA PALABRAS

No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
Remonta por las venas,
Hasta abrirse en la piel,
Surtidores de sueño
Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Ávido de recibir en sí mismo
Otro cuerpo que sueñe;
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,
Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.

Los placeres prohibidos (1931)


Luis Cernuda (Sevilla, 1904 - México, 1963)

viernes, 5 de febrero de 2010

Jaime Gil de Biedma




De senectute.

                           Y nada temí más que mis cuidados.
                                                               GÓNGORA

No es el mío, este tiempo.

Y aunque tan mío sea ese latir de pájaros
afuera en el jardín,
su profusión en hojas pequeñas, removiéndome
igual que intimaciones,
no dice ya lo mismo.
Me despierto
como quien oye una respiración
obscena. Es que amanece.

Amanece otro día en que no estaré invitado
ni a un momento feliz. Ni a un arrepentimiento
que, por no ser antiguo
-ah, Seigneur, donnez moi la force et le courage!-
invite de verdad a arrepentirme
con algún gesto de sinceridad.
Ya nada temo más que mis cuidados.

De la vida me acuerdo, pero dónde está.


Poemas póstumos (1968)
Jaime Gil de Biedma (Nava de la Asunción, Segovia, 1929 – Barcelona, 1990)