domingo, 9 de agosto de 2009

Pedro Salinas

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo.”

La voz a ti debida (1933)

Pedro Salinas (Madrid, 1891 – Boston, 1951)

domingo, 2 de agosto de 2009

Miguel Hernández

CANCIÓN ÚLTIMA.

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942)

El hombre acecha (1939)

Walt Whitman

A TI.

Quienquiera que seas, sospecho con temor que caminas por los senderos de los sueños,
Temo que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus pies y entre tus manos,
Desde ahora tus facciones, alegrías, lenguaje, casa, negocio, modales, molestias, locuras,traje, crímenes, se separan de ti,
Se me aparecen tu alma y tu cuerpo verdaderos,
Se apartan de negocios, comercio, tiendas, trabajo, granja, casa, compra, venta, comer, beber, sufrimiento, muerte.

Quienquiera que seas, pongo sobre ti mis manos para que seas mi poema,
Te murmuro al oído:
He amado a muchas mujeres y a muchos hombres, pero a nadie he amado tanto como a ti.

Oh, he sido tardo y mudo,
Debí haberme abierto camino hacia ti hace mucho tiempo,
No debí haber proclamado a nadie sino a ti, no debí haber cantado a nadie sino a ti.

Lo abandonaré todo y vendré, y cantaré himnos en tu honor,
Nadie te ha comprendido, pero yo te comprendo,
Nadie te ha justificado, y tú no te has justificado tampoco,
No hay nadie que no te haya considerado imperfecto, sólo yo no encuentro en ti imperfecciones,
No hay nadie que no haya querido esclavizarte, yo soy el único que no aceptará
tu servidumbre,
Yo soy el único que no te impone señor, ni dueño ni superior, ni Dios, fuera de los que hay intrínsecos en ti mismo.

Los pintores han representado sus grupos abigarrados alrededor de una figura central,
De la cabeza de la figura central se extiende un nimbo de luz áurea,
Pero yo pinto miríadas de cabezas, y a ninguna le falta su nimbo de luz áurea,
Que de mis manos, y del cerebro de todo hombre y mujer, fluye y resplandece eternamente.

¡Oh, yo podría cantar de ti grandezas y glorias!
No te has conocido a ti mismo, tu vida entera ha sido sólo un sueño interior,
Tus párpados han estado cerrados casi siempre,
Tus actos vuelven a ti para escarnecerte,
(Si tu trabajo, tu saber, tus plegarias no vuelven a ti para escarnecerte, ¿para qué vuelven?)
El escarnio no te pertenece,
Debajo de él y dentro de él te veo en acecho,
Te he seguido hasta donde nadie te ha seguido,
Si el silencio, la mesa de trabajo, la expresión petulante, la noche, la rutina diaria te ocultan de los demás o de ti mismo, no te ocultan de mí,
Si el rostro rasurado, el ojo inquieto, la tez impura engañan a los demás, a mí no me engañan,
Yo aparto el vestido llamativo, la actitud vergonzosa, la embriaguez, la codicia,
la muerte prematura.

No hay don alguno del hombre o la mujer que no se adapte a ti,
No hay virtud ni belleza en el hombre o en la mujer que no están también en ti,
Y ningún placer les espera que no te espere también a ti.

En cuanto a mí, yo no doy nada a nadie sin darte a ti otra cosa igual,
Yo no canto la gloria de nadie, ni la de Dios, antes de cantar tu gloria.

¡Quienquiera que seas, reclama lo tuyo a cualquier precio!
Las pompas de Oriente y Occidente son insignificantes comparadas contigo,
Estas praderas inmensas, estos ríos interminables: tú eres inmenso e interminable como ellos,
Estos furores, elementos, borrascas, movimientos de la Naturaleza, agonías de aparente aniquilamiento: eres tú, hombre o mujer, su soberano o soberana,
Soberano o soberana, por tu propio derecho, eres dueño o dueña de la Naturaleza,
elementos, dolor, pasiones, aniquilamiento.

Las trabas caen de tus tobillos, encuentras en ti recursos inagotables,
Viejo o joven, hombre o mujer, grosero, bajo, rechazado por todos, lo que tú seas te proclama,
A través del nacimiento, vida, muerte, entierro, los medios abundantes, nada te será escatimado,
A través de cóleras, pérdidas, ambiciones, ignorancia, hastío, lo que tú eres se abrirá paso.

Walt Whitman (Long Island, 1819 - Candem, 1892)

Hojas de hierba (1855-1892)