LA PARTIDA.
A la muerte de Tamura sensei
1
Nos dejó. No habita en casa el maestro.
Marchó para siempre, quedando sus ropas vacías
y nosotros sin rumbo, desolados.
Adonde fue no podemos seguirle.
Todo acabó.
2
Cesó el cálido impulso de su libre y generosa exigencia:
-Encontrar cada cual para sí una vida digna de ser vivida.
Ya no sentirá sobre sí el tatami el suave roce de sus pasos, tan leves.
No nos alcanzarán ya más su risa ni su intensa, menuda presencia.
Se habrá borrado en el aire su último gesto
de tan preciso, invisible.
Se apagó su mirada.
El águila no está entre nosotros.
Más alto vuela.
3
En este día extraño, rota la voz
sin palabras, no me quedan ya lágrimas.
Y sin embargo, es la vuelta al dojo
como el retorno a casa.
Se asienta el alma en su centro
como el cuerpo se asienta en su sitio,
el viejo kimono una segunda piel.
Ich, ni, san...
chi, go, roku...
Un círculo se cierra.
Comienza todo.
Luis Blanco Laserna
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